Diseñando experiencias de aprendizaje en una cultura de resiliencia
Por Alendra Amenábar
Decano
Facultad de Diseño
Universidad del Desarrollo
«Cuando creíamos que teníamos todas las respuestas, de pronto, cambiaron todas las preguntas»
Mario Benedetti
Hasta hace poco tiempo muchos de los desafíos que enfrentaba la Educación estaban condicionados por las nuevas exigencias de un mercado laboral cada vez más incierto. Es así, como surgieron nuevas estrategias para enseñar y aprender, las cuales habíamos ido incorporando en la Universidad del Desarrollo desde hace un par de años, para adaptarnos a lo que imaginábamos era el próximo escenario en la formación de nuestros jóvenes. Pero de pronto todo cambió, y se han remecido fuertemente los cimientos sobre los cuales estábamos educando. Hemos debido adaptarnos rápidamente y hacernos nuevas preguntas para seguir avanzando en medio de la incertidumbre que se ha apoderado del mundo:
¿Estábamos preparados para el efecto que ha tenido la pandemia en la Educación? ¿Estaban preparados nuestros niños y los universitarios para abandonar la presencia física en las aulas de clases y reemplazarla por un contacto virtual? ¿Estábamos preparados los profesores para enseñar a través de una pantalla, con la incertidumbre de lo que está ocurriendo al otro lado?
Definitivamente no y adaptarse no ha sido fácil.
El desafío es enorme, ya que de un momento a otro aparecieron nuevos escenarios y prioridades como por ejemplo, la relevancia que cobra la interacción entre los individuos, ya que enseñar a través de una pantalla implica el desafío de cómo re-pensar la interacción que hasta ahora conocíamos y donde la participación del estudiante es más relevante incluso que en la sala de clases.
Pese a que tenemos muchas tecnologías a disposición, nos enfrentamos al verdadero valor que le damos en nuestra cosmovisión a la presencia física. Años de tradición no pueden ser eliminados de golpe. Sin embargo, estamos obligados a cambiar. Las ideas preconcebidas respecto de la tarea de la enseñanza y aprendizaje deben erradicarse. Es tiempo, y la necesidad así lo exige, de entender la tecnología ya no como una herramienta sino como una protagonista, no solo como un instrumento para transmitir información sino que también para crear pensamiento y cultura. Comenzamos a comprender entonces la tecnología como una extensión de nuestros cuerpos, la cual, aplicada a la formación se transforma en un campo de Diseño de situaciones de aprendizaje.
Tenemos el desafío de pasar del dominio instrumental de técnicas y medios, a ser capaces de diseñar los escenarios de aprendizaje, combinando todos los elementos y metodologías de las cuales disponemos.
Todas estas dimensiones ofrecen grandes oportunidades para que el Diseño contribuya a través de la creación de nuevas formas de entender este nuevo proceso educativo así como sus agentes y las dinámicas que se establecen entre ellos.
Las soluciones para lograr tan ambiciosos objetivos pueden ser infinitas, o tantas, como profesores dispuestos a buscar nuevas soluciones. Hoy el diseño también está a prueba, no solamente para ayudar a otras disciplinas sino que también para ayudarse a sí mismo. Pero como dijo Einstein, “Es en la crisis que nace la inventiva, los descubrimientos y las grandes estrategias”. La Resciliencia es una inspiración para el diseño y pienso la clave para salir adelante es considerar como base para actuar nuestra propia idiosincracia, es decir, trabajar desde lo local, desde nuestra propia identidad para salir adelante. Asimismo, estar abiertos a las oportunidades y a aprender a enseñar con cosas simples, con lo que tenemos a mano, dejando que la creatividad se apodere de ese espacio virtual que finalmente es el que nos mantiene conectados.
La creatividad también deberá ser el motor para conseguir la atención y mantener entusiasmados a nuestros alumnos, especialmente para aquellas carreras que son más prácticas como el Diseño, donde el “hacer” es parte de cada día. ¿Cómo llevar a cabo este cambio de paradigma en una disciplina que se enseña “con las manos”? Lo primero, es confiar: creer que nuestros estudiantes son autónomos, motivados, capaces, y que seguirán las instrucciones y se mancharán los overoles en sus casas. El centro de la educación superior está en la vocación y en el encantamiento de esas jóvenes mentes. Lo segundo, por lo tanto, debe ir en estrecho vínculo con mantener el alma de nuestros estudiantes enamorada del Diseño: es indispensable modificar la forma en que enseñamos y evaluamos, sin perder de vista cómo enarbolamos las distintas asignaturas, dándoles un sentido macro.
Son muchos los desafíos que, probablemente, deberemos seguir enfrentando pero el Diseño es una disciplina cuya esencia es la resolución de problemas complejos, a través de la empatía y la observación de los usuarios y las realidades que enfrentan, por lo tanto, es una disciplina que puede y debe contribuir en la ideación de nuevos caminos para la enseñanza. Y si bien todos anhelamos que esta pandemia finalice pronto, estamos frente a la oportunidad única de diseñar nuevas y mejores formas que permitan seguir educando a nuestros jóvenes.