Opinión: Diseño, arte e industria
Por Felipe Mujica.
Chilecreativo
Desde la primera medición del Design Ladder en Dinamarca en 2003, en poco más de 15 años el Diseño ha logrado instalarse definitivamente como parte del lenguaje de la innovación a nivel global, un puesto que antes estaba reservado para las ciencias ‘duras’. Tanto industria como gobiernos han incorporado términos como ‘UX design’, ‘user centered innovation’ o ‘consumer journey maps’ al cajón de herramientas para crear bienes y servicios.
Hoy existe una nueva percepción de lo que los diseñadores hacen, que posiciona la disciplina más allá de un oficio asociado exclusivamente a las artes gráficas. Si bien diseñar se asocia con una componente estética, ésta ya no es exclusiva. Las aplicaciones gráficas ¬─como los logotipos e identidades visuales─ se han convertido más bien en una consecuencia del método de diseño. En la actualidad los diseñadores se enfocan en un espectro más amplio de aplicaciones, como el diseño de procesos, interacciones y experiencias.
Se podría argumentar que la relación innovación-diseño-industria se remonta a inicios de la revolución industrial o a los orígenes de la humanidad. Pero el punto es que la percepción ampliamente aceptada de que el Diseño es un factor de competitividad para toda la economía, es relativamente reciente.
Esta percepción se ha visto reforzada a partir de informes de importantes agencias y firmas consultoras globales, como Mckinsey en su publicación ‘El valor del Diseño para las empresas’ o The Design Economy 2018 Report, del Design Council UK, por citar solo algunos de los más recientes.
Publicaciones como las mencionadas destacan el impacto del diseño en diversos sectores económicos, en términos de ingresos, retornos por acción o cotización bursátil, que son indicadores clave para evaluar el desempeño de una empresa en el mercado. Esto permite pensar en el Diseño, no ya como un ítem de gasto para una compañía, sino como una inversión con un retorno medible y cuantificable, y por lo tanto, como potencial sujeto de interés de la política industrial, por parte de las autoridades económicas, además de su fomento cultural y patrimonial.
La estrategia que han usado países exitosos en esta materia, ha sido ir instalando la noción del diseño como factor de valor agregado a partir de dos acciones clave: la medición de impacto y la difusión de casos. El Design Ladder, por ejemplo, mide la percepción del valor del diseño o design awareness en empresas de todas las ramas de la economía, para medir luego la performance económica de los cuartiles más conscientes del valor del diseño. Esta metodología se creó en Dinamarca en 2003 y se ha establecido como un estándar que ha permeado las políticas de diseño y de innovación en el resto del mundo.
En Chile, proyectos como el Puente Diseño Empresa van justamente en la línea de desarrollar un sistema de medición de impacto y en levantar casos para exhibir el potencial del Diseño en otras industrias. El proyecto ha sido impulsado por el programa Chilecreativo y liderado por la Escuela de Diseño de la Universidad Católica, Chilediseño, el Colegio de Diseñadores de Chile, Corfo, la Sofofa, el Ministerio de Economía y el Área de Diseño de Cultura. Este alineamiento de actores de la red nacional de fomento productivo es un evento inédito, que debe ser usado para ampliar la órbita e impacto del diseño como disciplina y factor de competitividad nacional.