Historia del diseño e historias del diseño: pasado, presente, futuro | Pedro Álvarez Caselli

 

Ya entrado el siglo XXI, y en especial estos últimos diez años, la actividad del diseño y su enseñanza han sufrido importantes transformaciones, por no decir radicales. De ser durante décadas una actividad considerada proyectual y escindida en tres grandes áreas (diseño gráfico, diseño industrial o de productos y diseño textil), ha devenido en un fenómeno más complejo y atomizado. Ya no son tres estancos sino muchas subdisciplinas, por llamarlas de alguna manera, que son parte del actual ecosistema del diseño y que en nuestra actividad académica o profesional aparecen en el trabajo de otros o en el propio: diseño de interacción, diseño de experiencias, diseño de información, diseño de servicios, diseño UX, diseño estratégico, diseño crítico, diseño especulativo, diseño ficción, diseño para la transición, etc. (la lista es aún más larga). Que hayan surgido estas nuevas especialidades no significa que las anteriores hayan desaparecido: siguen coexistiendo.

 Los cambios son necesarios y por eso las disciplinas son históricas y aparecen cuando un grupo de profesionales se vuelve consciente de la problemática que genera su actividad, se reúne y comienza a debatirla para especificar su objeto de estudio y establecer sus propios límites. En este panorama, la disciplina se legitima con los resultados del trabajo profesional y la labor académica pero también se institucionaliza con la presencia de organismos colegiados, encuentros de debate entre pares y una reflexión histórica sobre la misma. Sin embargo, el diseño tardó mucho en definirse teóricamente. 

 Todos estos asuntos han significado un desafío para la construcción, no de la historia del diseño, sino de las historias del diseño. Buena parte de éstas se han elaborado sobre la base de las tres especialidades originales centrándose principalmente en los objetos, los diseñadores y las instituciones, en ocasiones con una perspectiva teleológica como ocurrió con los primeros libros sobre historia del diseño: Pioneros del diseño, de Nikolaus Pevsner (1949); Teoría y diseño en la era de la máquina, de Reyner Banham (1960); Historia del diseño, de la era victoriana hasta el presente, de Ann Ferebee (1970); Breve historia del diseño industrial, de John Heskett (1980), e Historia del diseño gráfico, de Philip Meggs (1983), por mencionar solo algunos ya que el listado completo merecería un artículo aparte. 

 En estas y otras publicaciones posteriores la mirada se centra principalmente en Europa y Estados Unidos y el origen del diseño se sitúa en las cuevas de Altamira (por la presencia de dibujos), la invención de la imprenta (por el nacimiento del libro mecanizado), la segunda Revolución Industrial (por la creación de artefactos idénticos entre sí), la Bauhuas (por el factor pedagógico y discursivo), y la Segunda Postguerra (creación de escuelas de diseño profesionales propiamente tales). Sobre el punto de origen del diseño no hay consenso, aspecto que para algunos diseñadores ya no tiene sentido discutir.

 En Latinoamérica las publicaciones sobre historia del diseño se dieron a conocer a partir del siglo XXI y se han centrado particularmente en la evolución del diseño gráfico y el diseño industrial, en relación a los discursos, prácticas y tendencias emanadas de los países dominantes en la construcción “oficial” de la historia del diseño. Sin embargo, gradualmente ha surgido una mirada situada, decolonial y más inclusiva (por ejemplo, con la distinción de género) que ha ensanchado el abanico de posibilidades para develar historias del diseño con sus propias particularidades sin depender de un cánon disciplinario.

 Indagar en la historia del diseño no es cosa fácil como tampoco lo es prospectar en el futuro, aunque para ambos casos existan metodologías o construcciones teóricas desde donde finalmente se ejecutan dichas acciones: el presente. John Lewis Gaddis decía que cuando un historiador examina y representa el pasado es como si se elevara sobre sí mismo y contemplara un paisaje. Así, se puede entender mucho mejor el presente (y el futuro) si se tiene conocimiento de un horizonte previo.

 Entre las historias del diseño cabe ciertamente el caso chileno y en esta particularidad caben a su vez varias historias; no existe una versión hegemónica. Depende del punto de vista y del objeto de estudio. Aunque pueda parecer algo evidente, no es lo mismo examinar al diseño desde una historia del cartel, el libro o las marcas comerciales que hacerlo desde una historia de los actores y las instituciones, abordarlo desde una historia cultural o a partir de una historia de la conformación de la disciplina.

 En Chile, el diseño entendido como actividad proyectual, disciplina y a la vez grado académico con rango universitario reconoce poco más de 50 años. Lo interesante aquí, para la historia del diseño nacional, es que esta condición –la de profesión moderna- se construyó sin haberse producido una conexión previa del diseño con la industria o generado una postura crítica y conceptual frente al escenario tecnológico-social. Estos son asuntos que con el tiempo se irán subsanando al transformarse el diseño en una actividad reconocida y vinculada al medio aunque situada en la resolución formal o como parte del proceso productivo para generar una solución a un problema. 

 En el libro What is a designer de 1999, Norman Potter planteaba que el diseño se podía definir en tres escuetos términos: objetos, lugares y mensajes. En perspectiva histórica esos conceptos genéricos pueden hacernos sentido pero en la actualidad del diseño –que algunos habrán de historiar– las cosas han cambiado un poco. Ya no basta con su consideración en términos de artefactos y comunicaciones visuales sino que también en otros aspectos como la generación de prácticas transdisciplinares, creación de valor, interdependencias, trabajo en escenarios complejos, acto político, construcción de futuros, etc. En fin, la historia del diseño y las formas de hacerlo deberán alinearse con sus propias dinámicas internas para en un futuro contarnos como fueron los escenarios del pasado para –subrayo nuevamente- entender el presente con el conocimiento de un horizonte previo.

 
 
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